7 de diciembre de 2009

Acoso y derribo del hombre

¿Hasta cuándo vamos a permitir esta dictadura encubierta disfrazada de mujer? ¿Cuantos inocentes tienen que caer en las garras de la dictatorial ideología de género? Sesenta maltratadores no son la totalidad de la población masculina, no es un número suficiente para considerar a todo hombre un asesino, pero si ha sido un número muy oportuno para que los medios manipuladores de la información, hayan creado una alarma social políticamente conveniente para que los corruptos de turno se llenen los bolsillos con un problema que ellos mismos han creado.
Los hombres vivimos bajo una dictadura encubierta, un matriarcado lesbios que odia al hombre por el simple hecho de ser varón, como si el hombre fuese culpable de una decisión de la naturaleza.
Lo curioso de esta situación es que la mujer no está precisamente siendo la beneficiada como ellas creen y se podría pensar, lo que realmente está surgiendo en el lado femenino con esta atroz filosofía de género, son escuadrones de enfermas mentales, insatisfechas neuróticas que culpan al hombre de su propio fracaso. Detrás de estas enfermas, lo que demuestra su degeneración, están los hijos, posibles psicóticos sociales, como es propio de todo hijo que siente el rechazo de uno de sus progenitores, carne de cañón para que el sistema judicial y policial encuentren la justificación de su más que dudosa necesidad en cuanto a número, sin vocación ni profesionalidad, un buen caldo de cultivo para acabar en las filas de los corruptos. Se calcula que un 50% de policías, polícíos, juezas y juezos son corruptos, hay que justificar su necesidad, y su presupuesto con cargo al dinero de todos. Es evidente que no es el político el más apropiado para gobernar un país, las democracias no funcionan, son sencillamente dictaduras elegidas por el pueblo. En esto ha convertido Zapatero a este país, con su muy rentable industria del maltrato. ¿Hasta cuándo vamos a seguir quietos? ¿Vamos a permitir que nos pongan a todo hombre un collar electrónico? Por mi parte, antes muerto.
"Pecar con el silencio cuando se debe protestar convierte a los hombres en cobardes". No recuerdo el nombre del autor de esta máxima, el mio es Esteban Sabio (un signo de interrogación en constante movimiento).
¿Quién ha destrozado a Diego Pastrana? Las feministas

Mi artículo del pasado domingo ha ocasionado algún que otro enfado. Al parecer, pocas mujeres están dispuestas a aceptar que el vigor moral de su sexo no atraviesa su mejor momento y que el feminismo liberado sólo ha servido para desquiciar al 50% de la humanidad. Insisto: la mujer actual está, por desamorada, degenerada, por degenerada, desquiciada.



Como supongo que no servirá de mucho aclarar que escribo la anterior afirmación sin ninguna ira y con mucha pena, pondré un ejemplo.
El canario Sergio Pastrana fue acusado de violar y asesinar a una niña de tres años, hija de su compañera sentimental –aceptaré el concepto por comodidad expositiva- y hasta recuerdo que un diario exhibió su rostro a toda página, bajo el titular: “La mirada del asesino”. Se equivocaron de mirada, porque el amigo Diego no era ni violador ni asesino. Nos equivocamos todos los medios, porque resulta que la pobre cría se había golpeado bajando de un tobogán. Y ahora la justicia hasta sospecha de unos médicos que propiciaron toda la campaña de prensa, dado que el dictamen sobre estupro y homicidio estuvo vigente durante cerca de una semana, hasta que otros médicos dijeron que no: que Pastrana era inocente y que, además, la pobre cría quizás murió porque los doctores que la atendieron en primera instancia no prestaron la debida atención a las lesiones de la pequeña.
No soy quien para concluir el porqué estos facultativos metieron la pata pero supongo que, imbuidos por el ambiente dominante, es decir, por el feminismo agobiante, al igual que la prensa, desde el momento en que vieron a un padrastro llevar a urgencia a una niña enseguida sospecharon, y cuando la niña murió confirmaron sus sospechas.
En otras palabras, aquellos médicos y aquellos periodistas, con el cerebro marcado por los telediarios que nos machacan con la violencia machista, recurrieron al tópico, sea por ignorancia o como instrumento para salvar su negligencia primera.
¿Los medios también somos culpables de la muerte de la pequeña y de la calumnia sobre Diego? Por supuesto. No es la gente humilde quien se deja llevar por el lugar común. Por el contrario, a más información –información, no formación- más tragaderas ante lo políticamente correcto y ante la atmosfera dominante.
La cosa está clara: Diego era culpable porque el feminismo imperante dice que todo varón es un presunto delincuente, un presunto maltratador y un presunto depredador. Y a veces, ni presunto. Por el contrario, la mujer es un ramillete de virtudes que, si obra mal, lo hace por debilidad, nunca por maldad. Y, por supuesto, la violencia, toda violencia, es cosa de varones. Estaba claro que Diego había violado y matado a la niña.
Es el síndrome María Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional que no dudó en apoyar a una presunta mujer maltratada, de la que nada sabía, y que resultó haber contratado a un matón para asesinar a su esposo, el maltratador, según los prejuicios feministas de Casas. La eminente jurista se olvidó del principio primero de escuchar a las dos partes antes de emitir un juicio, de la misma forma que los periodistas nos hemos olvidados de contrastar la información en el caso del canario Diego, condenado antes de ser, no ya sentenciado, sino tan siquiera escuchado, maltratado por policías, fiscales, periodistas y vecinos del lugar.
Pastrana era un maltratador por el hecho de ser varón y el feminismo ha impuesto que el hombre no tiene derecho a la defensa.
El feminismo se ha cargado además, la presunción de inocencia. En efecto en los juzgados de familia y en los juzgados de violencia de género, donde se practica la prevaricación continuada, donde las mujeres mienten como bellacas, es el varón acusado –y así lo recoge la ley de Zapatero- quien debe demostrar que no ha maltratado a la víctima.
Queda un detalle: la actitud de la propia víctima, que esta vez es un varón. Diego se hundió, como se hundiría cualquiera, por muy valiente que sea, cuando se te echa encima el prestigio de los médicos, el poder coercitivo de los tribunales, el Estado con sus fuerzas represivas y los medios que crean lo políticamente correcto. Es una violencia ante la que la víctima no tiene defensa alguna… por ser varón. Si fuera mujer sería otra cosa. ¿Quién es el principal culpable de éste y otros atropellos similares? Las feministas, uno de los movimientos sociales e ideológicos más estúpidos de la historia, que ha enfrentado a media humanidad con la otra media.
¿Y quién es el culpable del feminismo imperante? En primer lugar, las feministas, por supuesto. En segundo lugar, gobiernos como el de Rodríguez que otorgan a las feministas histéricas el poder de la fuerza estatal. Y además gratis.
Pero hay un tercer culpable de la injusticia feminista con el hombre: las mujeres no feministas, es decir, las no estúpidas. Todas aquellas –y me temo que son mayoría, que siguen el principio de Xavier Arzallus: “unas menean el nogal y otras recogemos las nueces”.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

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